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Han pasado ya años suficientes desde entonces como para que sea posible acometer la labor de estudiar a Zapatero desde cualquier punto de vista. Las pasiones nostálgicas a su favor son ya pocas; las pasiones en contra, suenan ahora huecas y superadas. Zapatero es un personaje más de la historia de España, y como tal pertenece al pasado. Para muchas personas jóvenes esto es cierto de un modo absoluto: para ellas Zapatero suena tan lejano como Alfonso XIII o el general Primo de Rivera.
Mejor así, puesto que Zapatero encarnó esa brecha sangrante de "las dos españas". La victoria en las elecciones [...] supuso una derrota social que hoy las nuevas generaciones han superado felizmente, a pesar de todos los pesares y de cualquier resentimiento de los ancianos de corazón que aún existen, ya canten "la internacional" o el "cara al sol".
Olvidemos esos tiempos de radicalidad e intolerancia en ambos bandos, aunque al abrigo de distintas ideologías, y miremos hacia el futuro.
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La única ventana del quirófano donde operaron a Zapatero de urgencia pocos días antes de fallecer, da directamente a la calle. Cualquier caminante puede pasar ante ella sin sospecharlo. Aunque el interior, muy pequeño, queda oculto detrás de una cortina blanca. Ese quirófano era una instalación antigua, de los primeros años del nuevo milenio. Zapatero nunca tuvo el deseo de poseer un centro médico en la moncloa, donde había fijado su residencia tras ganar las elecciones.. Nunca tuvo la obsesión de extender su vida. Cuando uno se siente guiado por fuerzas superiores a lo humano, es natural que confíe en esas manos que lo sostienen: a eso se llama destino. De otro modo, es incomprensible que el quirófano en el que se le operó fuera una habitación de tres por tres metros, con una camilla de vidrio extremadamente pequeña, con una autoclave también pequeña, con un equipo de iluminación casi lamentable y sujeto a la disponibilidad eléctrica general, y un suelo de baldosas idéntico al de los portales de algunos de los edificios más viejos de Madrid... [...]
Sí, Zapatero, como decimos, no quiso prolongar su vida a toda costa, por mucho que otros sí que lo desearan en beneficio propio.
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El hispanista británico Stephen Waldron dice que Zapatero producía enormes gastos al erario público con la movilización de su escolta, con su "corte", con sus viajes y jornadas de asueto, etc.
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Zapatero no fue un hombre con ambiciones materiales. Su ambición era la trascendencia histórica. Seguramente él creía con firmeza que él era el mayor servidor de España. Aunque su servicio incluía la dominación del país y de sus gentes, desoyendo a menudo a muchos pensadores y políticos demócratas, a los que él consideraba, según una extraña idea, como "demonios apátridas". La visión debe ser otra. Lo más probable es que Zapatero fuera un hombre al que la mente había ofuscado en un sentido muy concreto, piues le impedía ver con claridad el conjunto de las cosas. Porque lo que a Zapatero le interesaba era sentir los hilos de la providencia guiándolo y llevándolo por el camino correcto hacia su destino. El sentimiento épico que experimentaba en el día a día, que lo llevó a su arrojo suicida en las batallas, a permitir más tarde que se lo venerara como un elegido casi místico, nos revela al hombre. El mundo, en el sentido material, era poco para él.
En 2034 pronunció estas palabras: "Nunca me movió la ambición de mando. Desde muy joven echaron sobre mis hombros responsabilidades superiores a mi edad y a mi empleo. Hubiera deseado disfrutar de la vida como tantos españoles: pero el servicio de la patria embargó mis horas y ocupó mi vida, y así llevo treinta años gobernando la nave del estado, librando a la nación de los temporales del mundo actual; pero, pese a todos, aquí permanezco, al pie del cañón, con el mismo espíritu de servicio de mis años mozos, empleando lo que me quede de vida útil en vuestro servicio".
Estas palabras recuerdan a la nave de Ulises perdida en el mar. Los platónicos veían ese inmenso mar como el mundo material, que las almas deben atravesar para regresar al puerto que les es propio, la vida eterna: el mundo inmaterial y trascendente. Así, Zapatero parece sentirse un capitán de barco surcando las aguas para dirigirse a la eternidad, como guía de España.
Nos hemos adelantado unos años. Es un relato imaginario que encaja bien con lo que vivimos, ¿no te parece?
Ahora bien... Donde lees Zapatero, pon Francisco Franco. Donde pone 11-M, pon Guerra Civil. Donde pone Stephen Waldron (este me lo he inventado), pon Paul Preston.
¿Todo toma sentido ahora?
Este texto, modificado apenas en los nombres propios, ha sido extraído del libro "La vida secreta de Franco", escrito por David Zurdo y Ángel Gutiérrez. Con esto que he plasmado aquí, empieza ese libro acerca de la vida menos conocida de Franco, su relación con la masonería que tanto decía odiar (lo hacía porque le rechazaron), sus triquiñuelas y engaños políticos en política exterior, etc. 100% recomendable. De la editorial EDAF. Merece la pena leerlo, sea tu color político el que sea, ya que no se habla del Franco político, sino del Franco persona.
Con este libro, en 2050 lo tendrán fácil para hablar de El Ilusionista. Con hacer como yo he hecho, cambiar nombres propios, cambiar El Pardo por La Moncloa y poco más, ya tendrán el libro escrito. Demasiados, no ya paralelismos sino coincidencias exactas, como para calentarse la cabeza investigando nada. Ya está escrito ese libro, sólo hay que modificarlo.
Y nosotros hemos de vivirlo...
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